viernes, 22 de agosto de 2014

Vértigo

     Esa sensación en el estómago cuando te subes por primera vez a la lanzadera, te tiras en paracaídas, te asomas desde lo alto de la torre Eiffel o cuando un turista atrevido se sienta en el borde del Preikestolen en los fiordos noruegos, con las piernas colgadas desafiando la ley de la gravedad. Esa opresión en el estómago, entre desagradable y adictiva para algunas personas, es el vértigo. A veces lo buscamos, otras muchas huimos de él, pero en ocasiones se presenta sin avisar aunque tengamos los pies en suelo firme.

     Y vértigo, o algo muy parecido, es lo que yo siento ante noticias o declaraciones a las que no prestamos atención porque el verano pasa por encima de ellas minimizando su importancia. Buscamos entretenimientos que nos alejen de la rutina a la que tendremos que hacer frente los próximos meses y no nos paramos a reflexionar lo suficiente.

     Me gustaría saber qué pasa por la mente de algunas de las personas que nos desgobiernan, aunque sólo el hecho de entrar en su cabeza me produce vértigo. Una de las perlas de este verano la ha soltado por su boca el presidente del gobierno, animando a la gente a que actúe "sin esperar que sus problemas se los vengan a resolver las administraciones públicas". Y se ha debido de quedar tan a gusto, el tío. No sé con qué tipo de gente se relaciona este señor, pero dudo mucho que a estas alturas de la película la ciudadanía espere que sean las administraciones públicas las que solucionen sus problemas. La gente que yo conozco no espera ningún tipo de apoyo público pero sí piden que al menos no les fastidien más. Que no le suban más el recibo de la luz, que no les quiten más libertades, que no suban el IVA de productos básicos de alimentación o qué sé yo, que no les echen a la calle para darle su casa a un banco usurero, por poner sólo algunos ejemplos.

     A pesar de la situación actual, algunas personas que trabajamos en la administración pública, nos sentimos orgullosas de hacerlo, porque prestamos apoyos necesarios a la ciudadanía, que para eso paga sus impuestos y cumple con las leyes. Pero a este ritmo acabaremos desapareciendo más pronto que tarde porque la clase política considera que no somos necesarios, que es la gente la que tiene que resolver todos sus problemas. Luego dirán que no es una cuestión ideológica.

     También me han llamado la atención las declaraciones homofóbicas de la senadora Luz Elena Sanín, que atribuye la deuda pública actual a las subvenciones que el anterior presidente del gobierno concedía a asociaciones y oenegés, entre ellas a las de gays, lesbianas y transexuales. La manía de echar siempre la culpa a los inmigrantes, a las mujeres, a los homosexuales o a los rojos, es algo que deberían hacérselo mirar, yo he llegado a pensar que sea un trastorno psiquiátrico y con algo de medicación se pueda tratar. Que lo investiguen, por favor. Sea como sea, a mí me da vértigo.

     Y luego está lo de echar la culpa a los pobres, que es un recurso que nunca viene mal, de estos tenemos unos cuantos ejemplos, y con la noticia de moda al inicio del verano sobre desnutrición infantil y comedores escolares, nuestros representantes políticos se han lucido. Y al mismo tiempo que demostraban un desconocimiento absoluto de la realidad social y del funcionamiento de los sistemas de protección, han aprovechado para echarse un poquito de mierda los unos a los otros.

     En Castilla y León, cual prestidigitadores, se han sacado de la manga la Red Centinela para prevenir posibles situaciones de desnutrición infantil, pero como los magos no son tan buenos como deberían, se les ha visto el truco. Esta red ya existía, sólo han intentado reactivarla con más prisa que vergüenza y su única finalidad es detectar casos y derivarlos a los Servicios Sociales. Allá nos apañemos con niños y familias una vez nos lleguen a nosotros, que los de arriba ya se han lavado las manos. Vértigo, auténtico vértigo del malo.

Kjerag
     Menos mal que los Servicios Sociales siguen siendo ese cajón de sastre al que finalmente todo llega y es un sistema en el que trabajamos, entre otros muchos y buenos profesionales, trabajadores sociales, que además de gestionar los escasos recursos de que disponemos, nos dedicamos a potenciar la propia red de apoyo de las familias para que hagan frente a su situación con la mayor dignidad posible.
   
     Señor presidente, somos administración pública y no, no resolvemos los problemas de la gente, pero tampoco es eso lo que nos demandan. Quienes llegan a nosotros necesitan que se les escuche y se les apoye en su proceso vital, pero saben perfectamente que no tenemos la solución. Y aún así muchos agradecen tanto nuestro trabajo que tengo que reconocer que a veces, además de satisfacción, siento vértigo.


martes, 8 de julio de 2014

La perversa aplicación de la ley de dependencia

   En mitad de la partida nos han cambiado las reglas de juego y "eso no se vale" que diríamos de niños jugando en el patio del colegio. Ocurre también en el parchís, que te pones a jugar con un amigo dando por hecho las normas, porque para eso has jugado así toda la vida, y de pronto haces barrera con dos fichas fuera de casa y tu amigo quiere pasar. Cuando le dices que imposible, te dice la frase mágica: "en mi casa jugamos así". Y a ver quién le discute. Hay amistades que se han roto para siempre jugando al parchís. Parchís malo: ¡culo, culo!

        Eso nos ha pasado con la ley de dependencia, que ya no hay quien se aclare, porque nos han cambiado las normas en mitad de la partida, o porque nos han hecho jugar sabiendo que iban a hacer cambios sin informarnos previamente. Eso no se vale: ¡culo, culo! Y la estrategia, de hecho, sigue en marcha, pero no nos lo cuentan. A eso lo llamo yo ser unos tramposos, no veo inocencia ni buena intención por ningún lado.

        A las muchas modificaciones sufridas por la ley, se añadió en diciembre de 2013 un Real Decreto de ámbito nacional que motivó la necesaria adaptación de la normativa en cada Comunidad Autónoma, aquí la de Castilla y León. Me voy a centrar únicamente en lo que afecta a la Prestación Económica de Cuidados en el Entorno Familiar (PECEF), prestación especialmente maltratada y en riesgo de desaparecer a la vista de cómo están evolucionando los acontecimientos normativos.

      Bien, para poder acceder a esta prestación se añaden requisitos, el más llamativo es el de atención previa: exigencia de haber estado prestando la atención durante el año previo a solicitar la ayuda, con excepciones tasadas y justificadas. Tengo la sensación de que la finalidad de estos cambios es ir reduciendo tanto esta prestación que su presencia acabe siendo algo testimonial.

       Una de las excepciones a este requisito, en buena lógica, es que la dependencia haya sido sobrevenida, concediéndose en este caso la prestación. Sin embargo, por más que me estrujo el cráneo,  no encuentro el sentido de este requisito en ningún caso.

        Se darán situaciones paradógicas como la siguiente que se me ocurre a modo de ejemplo: una mujer dependiente está siendo cuidada en un Centro Residencial de titularidad municipal que debido en parte a la crisis económica y en parte a la reforma de la Administración Local echa el cierre. La familia busca otra residencia pero no encuentra ninguna que se adapte a su bolsillo y la prestación económica vinculada no llega para costear un centro privado. Hay un hijo que está desempleado (¡bendita crisis!) y se puede hacer cargo de su madre, pero no va a poder disfrutar de la PECEF porque no lleva atendiéndola un año. Nos han cambiado las normas y ahora a ver cómo le explicamos esto a las familias. Eso no se vale: ¡culo, culo!

        ¿Y por qué hablo en el título de la perversa aplicación de la ley de dependencia? Pues porque de manera encubierta este cambio normativo supone efectos retroactivos desfavorables. No les basta con poner mayores trabas a la concesión de nuevas ayudas, sino que dificultan las ya existentes o en trámite. A mí ya me han solicitado subsanar informes sociales para justificar en ellos si se cumplen estos nuevos requisitos, en solicitudes presentadas antes de la entrada en vigor de esta nueva normativa. Pero tranquilidad, es legal, lo tienen así previsto.

        Y  lo que realmente me apetece poner en estos informes es que sí, que el requisito de atención previa se cumple más que de sobra, pues la solicitud se cursó hace casi un año y aún no tienen resolución y además, yo ya justifiqué en mi informe, hace seis meses, que estaba siendo atendida de modo idóneo en su entorno familiar, por lo que bastaría con que echen cuentas y se lean los informes. Y os contaré un secreto: esto es, más o menos, lo que pongo.

       
        Hay una parte de todo esto que me resulta especialmente molesta: explicárselo a las familias y a las personas dependientes. Con tantos cambios  nos están trastornando y a veces me cuesta controlar mi indignación y explicar todo esto de forma pausada y profesional. Esto es una carrera de obstáculos en la que nos han cambiado las normas y eso no se vale: ¡culo, culo!

viernes, 27 de junio de 2014

Orgullo LGTB 2014

       El año pasado, en esta misma fecha, escribí una entrada titulada "Motivos para el ¿orgullo?" en la que hacía un poco de historia y reflexionaba sobre si hoy sigue siendo necesario conmemorar el día en que por primera vez la comunidad LGTB dijo basta de persecución, de humillación y de armarios. Este año tengo mucho más claro que sí, que existen motivos de sobra para mostrar orgullo por ser homosexual, porque este año he sido yo el que ha sufrido la homofobia como jamás habría imaginado. Mostrarnos un día al año es importante, porque de este modo nuestras reivindicaciones llegan a mucha gente, pero visibilizarnos a diario es fundamental para consolidar el cambio. En nuestro propio entorno está la clave.

        Hace unos meses Pedro Zerolo declaró que había comenzado una lucha titánica contra el cáncer, provocando reacciones de todo tipo, la mayoría positivas, pero hubo otras. Las declaraciones de un cura de León destacaron por encima de las demás, por la homofobia y el desprecio hacia la vida humana que destilaban sus palabras. 

        En esta entrada os conté la aventura de recogida de firmas en la que me embarqué para luchar por la dignidad de las personas con una orientación sexual distinta a la mayoritaria y por la dignidad de las personas que padecen enfermedades graves. El principal objetivo aún no se ha logrado, el Obispado de León sigue sin mostrar la valentía y coherencia necesarias para solucionar el problema, así que este señor sigue amparado en la Iglesia católica y disfruta de su complicidad en el desprecio que manifiesta hacia los derechos humanos más básicos.

        Cuando inicié la recogida de firmas, aún activa en change.org por si alguien quiere firmar, lo hice de forma instintiva, sin calibrar las consecuencias. La mayoría de reacciones fueron de apoyo, las firmas crecieron exponencialmente en muy poco tiempo y la prensa no tardó en interesarse por ello. Periódicos tradicionales, prensa digital, radio y televisión informaron de la recogida de firmas, llegando al ámbito nacional. Pronto el foco de atención llegó a mí, como creador de la petición, algo que yo no había previsto, al menos en la forma en que ocurrió.

        Los comentarios en las noticias de internet eran previsibles, pero los  mensajes directos a través de redes sociales, llamarme a mi casa y dedicarme programas casi íntegros, me sorprendieron más. Desearme la muerte y llamarme enfermo, animándome a ponerme en tratamiento, son sólo algunos ejemplos de las cosas bonitas que me desean y de los insultos recibidos. Al mismo tiempo se daba difusión de mi lugar de residencia y datos para facilitar mi localización en medios de extrema derecha. Aunque he preferido no darle importancia, he optado por contarlo ahora por si alguien que me lea piensa que ya no queda nada por lo que luchar.

        Sí, hay muchos motivos por los que luchar, hay países donde amar es delito y en algunos de ellos ser homosexual te puede llevar a la muerte como sanción penal. En la Europa de Putin, la homofobia se ha institucionalizado. Niños y adolescentes sufren acoso escolar en los colegios de nuestro país ante la sospecha de homosexualidad. Algunos derechos, reconocidos en España desde 2005, tenemos que pelearlos porque las personas encargadas de cumplirlos aún no conocen los procedimientos legales. Y como guinda de un suculento pastel, recibimos amenazas e insultos cuando intentamos decir "hasta aquí hemos llegado". En otras ocasiones llegan a la violencia física. Quieren que tengamos miedo, porque si nos acobardamos, los que nos odian aumentan su fuerza y entonces somos más fáciles de controlar.

        El diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica "Para entendernos" de Alberto Mira define la HOMOFOBIA como "miedo a la homosexualidad que se manifiesta violentamente". Varias teorías indican las causas de este miedo irracional, desde el deseo homosexual reprimido que siente el individuo homofóbico hasta la necesidad de afirmarse frente al mundo mediante el rechazo al contrario, pasando por la defensa del territorio, la tradición, la demostración de quién tiene el poder.

        Para terminar me gustaría recordar que, por increíble que parezca, en España se siguen cometiendo crímenes como manifestación de odio homosexual. Esta parece la delirante razón de la tortura, muerte y desmembramiento del cadáver de un hombre desaparecido en mayo en Gandía. Os dejo el enlace con la noticia.

        ¿Motivos para el orgullo? Sí, muchos motivos para el orgullo, pero sobre todo, para seguir luchando por nuestra dignidad y el cumplimiento de los derechos humanos para las personas LGTB en cualquier parte del mundo.

        Un año más, y con más fuerza si cabe: ¡Feliz orgullo!


jueves, 19 de junio de 2014

Soledad en la tercera edad


        En los últimos años me suelo fijar en el goteo de noticias publicadas, habitualmente en prensa local, que informan de ancianos fallecidos en su domicilio. Son ancianos que mueren solos y que nadie se da cuenta de su ausencia hasta días, semanas e incluso meses después. En algunos casos han llegado a pasar años. Personas que mueren sin que nadie se entere, personas olvidadas por el mundo.

Cuando leo alguna noticia de este tipo algo se resquebraja en mi interior, una sensación de que las cosas no cuadran, la idea de que hay algo que esta sociedad no está haciendo bien. Imagino la vida de estos ancianos, su infancia, su juventud, sus años más felices, esos años olvidados en que la sangre corría por sus venas, las sonrisas eran un hecho cotidiano y sus miradas intensas. Algunos tuvieron pareja, hijos, trabajo, reconocimiento, amistades, gente que les quería, algo parecido a lo que cualquiera puede entender por una vida plena, o algo parecido a una vida digna, el caso es que nunca estuvieron solos y  nunca pensaron que morirían solos, sin que a nadie le importase. Quizá vivieron de forma muy diferente a como vivimos la mayoría hoy, quizá pasaron hambre, conocieron la guerra, sufrieron la miseria, la dictadura, la opresión y la injusticia, pero nunca, nunca jamás estuvieron  ni se sintieron solos. Y nunca jamás imaginaron un final tan triste, sin alguien agarrándoles la mano, alguien que les diga una palabra de afecto, alguien que escuche su último aliento y derrame una lágrima por la pérdida del ser amado.

          Quizá otras personas, al leer estas noticias, piensen que a ellas no les va a ocurrir, quizá yo que hoy escribo sobre ello quiera pensar lo mismo. Quién sabe, quizá sí nos ocurra.

          Tengo guardada una noticia del mes pasado que ofrece un retrato sobre esta situación en Galicia (enlace) y rompe con algunas ideas previas que yo tenía sobre el tema. En el artículo se explica que se dan muchos casos de este tipo en la zona rural, ámbito en el que yo trabajo y por eso me sorprendió tanto. ¿Cómo es posible que alguien muera en su casa y nadie le eche en falta durante días, semanas o meses? Los pueblos están muy envejecidos, multitud de ancianos viven solos, en muchas ocasiones me cuentan que se visitan a diario sólo para comprobar que siguen vivos. Dan unos golpecitos en la ventana, comprueban que han sobrevivido a un nuevo amanecer, se dan los buenos días y siguen con su rutina

          A pesar de las desventajas de vivir en un municipio pequeño y los cada vez más mermados apoyos para la zona rural, existen también beneficios de residir en este entorno, al menos según mi experiencia. Uno de ellos es el mayor conocimiento de los Servicios Sociales, el boca a boca funciona muy bien en los pueblos, y cuando existen dudas, los Ayuntamientos son el lugar de referencia donde preguntar y desde allí nos llaman a nosotros. La maquinaria está bien engrasada y funciona con pocos fallos. ¿Sobrevivirá el sistema a la reforma de la Administración Local? Aún está por ver.

          Si un día llego a leer en prensa que ha muerto un anciano sólo en su casa en alguno de los 23 municipios que llevamos en mi zona de acción social, y no ha sido encontrado hasta mucho tiempo después, no daría crédito a la noticia. Y ante la posibilidad de que esto pueda ocurrir, debemos seguir trabajando para que los Servicios Sociales seamos el medio de referencia, el lugar que conozca las situaciones de vulnerabilidad social (edad avanzada, soledad, enfermedad, dependencia), prestando los apoyos necesarios para minimizar sus efectos, con preferencia de atención diaria (Servicio de Ayuda a Domicilio) e incluso 24 horas al día (Teleasistencia), entre los demás servicios y prestaciones que dependen de los Servicios Sociales.




        No me gustaría acabar sin decir que esto sí es responsabilidad de todos. Una sociedad con valores se preocupa de sus ancianos, les visita, les escucha, aprende de su experiencia y les ofrece apoyo, devolviéndoles parte de lo mucho que ellos han dado antes. Una sociedad avanzada y con valores no permite que nadie muera sólo en su casa y el olor del cadáver descompuesto se encargue de avisar de su final. Una sociedad que no encuentra remedio para esto es una sociedad nauseabunda.