A Salamanca le llaman la ciudad dorada, cuando paseas por sus calles no es difícil adivinar por qué. La piedra de Villamayor, con la que se han construido muchos de sus edificios, adquiere con el tiempo un característico tono dorado.
Esta piedra es arenisca y se ha utilizado como material de construcción por su facilidad de corte y labra, dando como resultado monumentos tan representativos de la ciudad como la fachada de la Universidad, la Catedral o la impresionante portada plateresca de la Iglesia de San Esteban. También tiene aspectos negativos: ante factores externos, tiende a deteriorarse. Resulta fácil dañarla y dejar muescas sobre ella, como heridas en la piel cuya cicatriz recuerda antiguas y dolorosas heridas.
Cada cierto tiempo me gusta pasear por el casco histórico, es un placer que disfruto casi como turista y al que no me gusta renunciar. Recientemente paseando por sus calles me sorprendí pensando en los nuevos usuarios de Servicios Sociales. Son aquellos que nunca pensaron que se verían en semejante necesidad, y que tienen habitualmente dos características: llegan a nosotros con mucha vergüenza y con una situación muy desesperada, no habiendo margen de tiempo para dar una respuesta eficaz, a lo que se suele añadir que los apoyos familiares ya han sido excesivamente explotados. Total, una bomba.
Supongo que la relación que hizo mi mente tiene su lógica, pues igual que la piedra de los monumentos, estas personas llevan tanto vivido y sufrido, que su cara comienza a reflejar las muescas y cicatrices que quedarán marcadas para siempre en su historia vital.
Los trabajadores sociales de Servicios Sociales Básicos nos enfrentamos en los últimos años a una nueva realidad, y nos encontramos, según mi experiencia, con las siguientes CIRCUNSTANCIAS:
- Aumento de la demanda: esto implica una sobrecarga de trabajo con el mismo o menos personal para atenderla, disminución de calidad en la intervención, errores, estrés y queme profesional (burn-out) .
- Nuevos perfiles de usuarios: personas que nunca habían acudido a Servicios Sociales, que llegan cuando su situación es límite, que se enfrentan a deudas hipotecarias, desahucios, entre otros problemas graves, con escasos o ningún ingreso económico y con los apoyos familiares prácticamente agotados.
- Poco tiempo y trámites muy lentos: a esto nos hemos enfrentado siempre, pero hoy el problema se ha agravado, necesitamos dar respuesta en poco tiempo y los procesos para las cada vez más mermadas ayudas son muy lentos.
- Derivación a entidades también sobrecargadas: vernos en la necesidad de derivar toda la demanda que somos incapaces de resolver a entidades del tercer sector es la prueba más drástica del fracaso del sistema público garante de derechos. Un fracaso orquestado desde arriba, no nos engañemos.
Para adaptarnos a esta nueva situación NECESITAMOS:
- Mejorar nuestra organización: si debemos dar respuesta a una mayor demanda y no disminuir la calidad en la atención, la única solución posible pasa por mejorar nuestra organización y ser más eficientes en el uso del tiempo. Filtrar la demanda, el uso de nuevas tecnología, la atención grupal y la integración en los procesos de todos los profesionales de manera coordinada son herramientas que se están demostrando eficaces para ahorrar tiempo.
- Flexibilizar la atención: debemos estar preparados para afrontar cualquier tipo de situación, siempre lo hemos estado pero en este momento parece más importante; no deberíamos olvidar la formación y el reciclaje profesional.
- Arriesgar: a veces nos acomodamos demasiado, otras tenemos miedo a equivocarnos, pero si no probamos cosas nuevas nunca sabremos si funcionan.
- Adaptar nuestras intervenciones: si nos enfrentamos a situaciones nuevas, no podemos utilizar las respuestas de siempre. Un ejemplo claro son las ayudas económicas o las rentas de inserción que implican el compromiso de búsqueda activa de empleo ¿en un país que ha destruido tantos puestos de trabajo es posible exigir una búsqueda activa de empleo que muchas veces implica gastar un dinero que no se tiene?
- Asumir que somos profesionales del Trabajo Social, no superhéroes: no sólo ante nosotros mismos, también ante las personas que acuden a nuestro servicio, han de comprender que estamos para acompañarles en su proceso y que pueden confiar, pero que no tenemos todas las respuestas.
Y además de lo anterior, no deberíamos olvidar nunca nuestra función de DENUNCIA de la situación de abandono en que han caído las políticas sociales, la vuelta a la beneficencia, al paternalismo y a las medidas temporales que no solucionan los problemas ni a medio ni a largo plazo.
Estamos en la batalla del día a día, tenemos que trabajar para dar la oportunidad de mejorar las condiciones de vida a las personas que llegan a los Servicios Sociales, ellos y nosotros somos como la piedra de Villamayor, con marcas y cicatrices que nos recuerdan todo lo vivido, pero el paso del tiempo y las experiencias superadas nos cambian el color, nos mejoran y nos hacen más capaces para afrontar problemas en el futuro. En definitiva, APRENDEMOS.
Os dejo con la canción "Everybody hurts" de REM, con subtítulos en castellano para quien no domine el inglés. La canción habla de algo que es casi un mantra entre trabajadores sociales, pues constantemente le pedimos a los usuarios que aguanten, que resistan, que mantengan la esperanza. Nosotros lo hacemos a nuestra manera, Stipe lo hace a la suya. Todo el mundo sufre, todos tenemos marcas y cicatrices, todos podemos aguantar un poco más. A mí, si él me lo pide, resisto lo que haga falta.