Conozco a muchas familias que hoy ni podían ni querían estar en la celebración de la misa de la familia en la Plaza de Colón de Madrid. Esta celebración (que no el día de la sagrada familia, que es otra cosa) es un invento del señor Rouco, digan lo que digan, que surgió como una forma de oposición frente al matrimonio homosexual. Yo lo llamaría rabieta, y a sus años, señor Rouco, las rabietas quedan fatal.
Y es que hubo un señor en este país que hizo historia en el año 2005 al equipararnos en derechos y eliminar la normativa discriminatoria por razón de orientación sexual. Un señor apellidado Zapatero que ha caído en desgracia, ciertamente, pero que hace ocho años cumplió con su promesa. Y yo no pienso olvidar nunca eso. Este hecho histórico debió de crear algunas úlceras en la jerarquía eclesiástica española. Jamás antes vi a los obispos detrás de una pancarta (reconozco que mi memoria es limitada) y jamás los volví a ver después. Pero entonces sí, entonces salieron para decir que sólo los heterosexuales son merecedores de todos los derechos de ciudadanía. Y han ocurrido cosas muy graves que a ojos cristianos deberían ser un escándalo y motivo para salir a las calles en masa, el desmantelamiento del Estado del bienestar, se me ocurre, por ejemplo. Pero oye, ni mú.
Hoy el señor Rouco ha vuelto a insistir en la defensa del matrimonio y de la familia cristiana, como la única con valor natural. Si los empachos navideños os permiten daros el gusto de revolveros las tripas, os dejo el enlace con su homilía de hoy. Por suerte, al menos en apariencia, el Papa Francisco está siguiendo otro camino algo distinto y el señor Rouco, bien es cierto que por una cuestión de edad, tiene los días contados. Quizá esta perversa celebración en la Plaza de Colón muera al mismo tiempo en que perdamos de vista al señor Rouco. El Papa Francisco habla de los refugiados y los exiliados, un tema que le preocupa más, pero Rouco no, el jefe de la Iglesia católica española está más preocupado por saber quién comparte nuestra cama. Porque si no es amor entre hombre y mujer no es amor verdadero.
No deja de ser paradójico y hasta divertido, que la familia cristiana que tanto defiende este señor, tenga su origen precisamente en una familia atípica, la de Jesús, María y José, en la que la pareja de hombre y mujer no están casados y el padre de la criatura no es la pareja de la madre, sino el espíritu santo. ¡Santo Dios! ¿y se alarman porque dos hombres o dos mujeres se amen hasta el punto de querer vivir juntos y formar un hogar?
Conozco familias que lo están pasando realmente mal en esta situación de crisis. Sin trabajo, sin recursos, a veces sin hogar. Estas familias no se sienten atacadas por la normativa que nos iguala en derechos sin distinción de orientación sexual, sino por los recortes sistemáticos del bienestar social. Eso sí son ataques y eso sí debería ser motivo de preocupación y denuncia.
También conozco a personas cristianas que no merecen ser representadas por impresentables como el señor Rouco. Personas que merecen una Iglesia más preocupada por las verdaderas necesidades humanas, una Iglesia adaptada a los tiempos y que demuestre con hechos lo que un día dijo ese Jesús de Nazaret al que en buena medida han traicionado. Una Iglesia que exija a quienes nos gobiernan el reconocimiento de los derechos que una sociedad avanzada y justa debe defender por encima de intereses particulares. Una Iglesia que se preocupe por TODAS las familias y TODAS las personas.
Las familias son mucho más que el sexo genético de sus componentes. Las familias son ese lugar donde nace, crece y se desarrolla el amor, el apoyo, la comprensión, el respeto y la aceptación incondicional. Las familias son refugio constante, son respiro emocional, son compañía y consuelo. Las familias tienen muchas formas, muchos matices, muchos colores. Yo no quiero familias grises, yo no quiero modelos que opriman, que limiten, que hagan sufrir.
Yo quiero familias diversas. Yo quiero familias felices. Yo quiero familias de colores.