No se puede añadir mucho a lo que se ha escrito y hablado sobre el accidente de tren de Santiago de Compostela, pero no me gustaría que pasara este momento sin que los trabajadores sociales hablemos de lo que ha ocurrido y reflexionemos sobre ello. El compañero Pedro Celiméndiz habla en su blog de la compasión que genera una tragedia como esta, rindiendo un bonito homenaje a quienes se han dejado la piel para ayudar y a quienes sufren las consecuencias de la fatal desgracia.
Hace tiempo escribí en este blog una entrada que tenía como protagonista una ruta de tren abandonada. Nunca pensé que volvería a hablar tan pronto de trenes, y menos en estas condiciones.
Hay dos temas en los que me gustaría poner el acento: el papel de los servicios públicos en respuesta a la situación de emergencia y a las necesidades de los días posteriores, y el papel concreto que han desempeñado los trabajadores sociales tras la catástrofe.
Desde todas las instancias se ha destacado la solidaridad y rápida respuesta tanto de los vecinos de la zona como de los profesionales que intervinieron en las primeras horas, destacando en estos últimos su eficacia, coordinación y profesionalidad.
Bomberos que suspenden una huelga, sanitarios de vacaciones o en desempleo que acuden a ayudar en la atención a los enfermos, psicólogos y trabajadores sociales ofreciéndose de forma voluntaria a prestar apoyo a los familiares. De todos ellos se ha hablado mucho, pero nunca es bastante. Me gustaría destacar que son profesionales con vocación de servicio público, esos cuya imagen ha ido deteriorándose de forma intencionada pero que demuestran, en situaciones como esta, que para ellos los intereses de aquellas personas a las que se dirige su labor están por encima de los suyos propios. No son héroes, como se han cansado de decir, son ciudadanos dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en beneficio de la comunidad. Que no lo olviden quienes toman las decisiones, porque todos necesitamos que nos cuiden, pero aunque no lo hagan, seguiremos haciendo nuestra labor de manera responsable, porque para ello nos hemos preparado durante años.
El otro tema que quiero comentar es el papel que podemos desempeñar y de hecho desempeñamos los trabajadores sociales en situaciones de emergencia como la acontecida en Santiago, sobre todo como apoyo y orientación a las familias, que en muchos casos vienen de fuera, no conocen el lugar ni los recursos, están sufriendo, están desorientados, necesitan apoyo para necesidades básicas como alojamiento, comida, atención sanitaria, medicinas, transporte, apoyo emocional. En definitiva, necesitan que en una situación tan dura, haya alguien que les facilite las cosas.
Otros colectivos, como los psicólogos, reciben en estas situaciones gran atención mediática, pero no es habitual que se visibilice la labor de nuestro colectivo profesional, y me consta que ha estado presente, tanto de manera profesional como voluntaria. Estamos acostumbrados a coordinar, a trabajar con personas en situaciones límite y a manejar sus emociones. Acostumbrados a prestar apoyo, a escuchar, a informar, orientar, acompañar y gestionar recursos. Somos facilitadores. Una situación como la vivida en Santiago requiere mucho más, está claro, pero existen profesionales con formación específica para trabajar en esas circunstancias tan excepcionales.
Quiero compartir, por último, un artículo que me ha emocionado mucho. Es habitual que en estas situaciones se cuenten historias personales de las personas fallecidas. Esta es la historia de una de ellas, es la historia de Carla, una luchadora, y nos la cuenta el cantante Huecco. Lo podéis leer en el siguiente enlace.
Sin duda, la vida es un charco al sol. Sin duda, somos pasajeros.