Los llamados “sin techo” han aumentado considerablemente en España en tan sólo un año. De 27.000 personas atendidas en 2011 a 33.000 en el año 2012, según datos de Cruz Roja Española. Si hay alguna persona a la que estos datos no le pongan los pelos de punta, que venga y me lo explique, por favor.
Twitter se ha convertido para mí en una asombrosa fuente de información y de valiosos contactos en muy poco tiempo. Un tuit de Fernando Cuevas, responsable de Programas contra la Pobreza y la Exclusión Social de Cruz Roja, consiguió llamar mi atención sobre este tema. Podéis escuchar su participación en el programa “Nunca es tarde” de RNE en el siguiente enlace.
En los años 2005 y 2006 conocí parte de esta realidad ejerciendo mi labor profesional en el Programa de Reducción de Daños en usuarios de drogas por vía parenteral, dentro del Comité Ciudadano Antisida de Zamora. Algunos de los destinatarios de este programa vivían en la calle, eran lo que denominamos comúnmente “sin techo”, aunque se buscaban la vida para encontrar algún lugar donde refugiarse del frío, principalmente por las noches, deambulando por el día en busca de otros medios de subsistencia.
Aprendí mucho en aquella etapa. Aprendí que juzgamos de forma demasiado rápida, sin conocer más que dos o tres datos importantes y con desconocimiento absoluto de aspectos relevantes para hacernos un juicio algo más objetivo. Aprendí que la intervención social debe respetar escrupulosamente las decisiones que toman las personas a las que nos dirigimos. Aprendí que mi forma de vida y mi visión del mundo son muy reducidas y que debo respetar e incluso comprender que hay muchas formas de vivir la vida, tan válidas o tan cuestionables como la mía. Aprendí que podemos ayudar, que podemos motivar cambios vitales, pero que estos han de basarse en decisiones individuales, no en imposiciones, que estos cambios han de integrarse en los modos de vida previos y que los cambios bruscos suelen dar cortos y malos resultados.
Estos valores que considero deben estar presentes como herramientas de trabajo en toda “relación de ayuda” (aceptación, congruencia, escucha, empatía, respeto, responsabilidad, motivación…) los aprendí en el Comité Antisida de Zamora, cuya metodología de intervención está basada en el counselling, y procuro ponerlos en práctica en cada una de mis intervenciones, aunque no siempre lo consigo. A fin de cuentas nuestra función es la de acompañamiento, nunca la de sustitución.
Como he comentado, respecto a las personas sin hogar, tan sólo conozco una parte sesgada de esta realidad, la de aquellos que vivían en la calle por una problemática muy específica. Las personas que hoy se encuentran sin hogar no son las mismas que yo conocí. La crisis, económica y de valores, que nos tiene absolutamente sobrepasados, ha llevado a la calle a personas que nunca creyeron que se podrían encontrar en esta traumática situación. La falta de trabajo lleva a la ausencia de ingresos, los apoyos se van reduciendo y la calle se convierte en el único destino posible.
Cruz Roja atiende a estas personas a través de las Unidades Móviles de Emergencia Social. Su labor es en gran medida paliativa, aunque no es mi intención hacer un análisis de su intervención, porque la desconozco en gran medida. Sólo me gustaría poner la mirada en su increíble labor y hacer una breve reflexión en forma de pregunta: las personas sin hogar atendidas por esta entidad han aumentado en 6000 en tan sólo un año, pero los usuarios totales de programas de Cruz Roja han aumentado en 400.000, alcanzando la cifra de 2.400.000; mi pregunta e invitación a la reflexión es: ¿las Administraciones Públicas consideran que tienen algún tipo de responsabilidad respecto a este aumento de personas con necesidades sociales perentorias? ¿les preocupa en alguna medida que haya aumentado tanto el número de personas que viven en la calle?
Sólo me queda añadir que mientras los que tienen responsabilidad a la hora de establecer las líneas estratégicas de la Política Social se ponen manos a la obra, quienes trabajamos en los Servicios Sociales públicos y quienes lo hacen en el Tercer Sector, seguiremos colaborando entre nosotros con el objetivo de “paliar”, con las herramientas de nuestra profesión y los recursos a nuestro alcance, esta sangrante situación.
Y para finalizar quiero compartir esta semana una joya en forma de video musical: “Me llaman Calle” de Manu Chao, para que no olvidemos que la calle es de todos, que en la calle hay mucha vida, que la calle está habitada por gentes muy variadas, pero que estar en la calle tendría que ser una elección, nunca la única alternativa.
P.D. Gracias a Fernando Cuevas y a Argi Griego, por lo que aportan a esta entrada.
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