Hace unos meses Pedro Zerolo declaró que había comenzado una lucha titánica contra el cáncer, provocando reacciones de todo tipo, la mayoría positivas, pero hubo otras. Las declaraciones de un cura de León destacaron por encima de las demás, por la homofobia y el desprecio hacia la vida humana que destilaban sus palabras.
En esta entrada os conté la aventura de recogida de firmas en la que me embarqué para luchar por la dignidad de las personas con una orientación sexual distinta a la mayoritaria y por la dignidad de las personas que padecen enfermedades graves. El principal objetivo aún no se ha logrado, el Obispado de León sigue sin mostrar la valentía y coherencia necesarias para solucionar el problema, así que este señor sigue amparado en la Iglesia católica y disfruta de su complicidad en el desprecio que manifiesta hacia los derechos humanos más básicos.
Cuando inicié la recogida de firmas, aún activa en change.org por si alguien quiere firmar, lo hice de forma instintiva, sin calibrar las consecuencias. La mayoría de reacciones fueron de apoyo, las firmas crecieron exponencialmente en muy poco tiempo y la prensa no tardó en interesarse por ello. Periódicos tradicionales, prensa digital, radio y televisión informaron de la recogida de firmas, llegando al ámbito nacional. Pronto el foco de atención llegó a mí, como creador de la petición, algo que yo no había previsto, al menos en la forma en que ocurrió.
Los comentarios en las noticias de internet eran previsibles, pero los mensajes directos a través de redes sociales, llamarme a mi casa y dedicarme programas casi íntegros, me sorprendieron más. Desearme la muerte y llamarme enfermo, animándome a ponerme en tratamiento, son sólo algunos ejemplos de las cosas bonitas que me desean y de los insultos recibidos. Al mismo tiempo se daba difusión de mi lugar de residencia y datos para facilitar mi localización en medios de extrema derecha. Aunque he preferido no darle importancia, he optado por contarlo ahora por si alguien que me lea piensa que ya no queda nada por lo que luchar.
Sí, hay muchos motivos por los que luchar, hay países donde amar es delito y en algunos de ellos ser homosexual te puede llevar a la muerte como sanción penal. En la Europa de Putin, la homofobia se ha institucionalizado. Niños y adolescentes sufren acoso escolar en los colegios de nuestro país ante la sospecha de homosexualidad. Algunos derechos, reconocidos en España desde 2005, tenemos que pelearlos porque las personas encargadas de cumplirlos aún no conocen los procedimientos legales. Y como guinda de un suculento pastel, recibimos amenazas e insultos cuando intentamos decir "hasta aquí hemos llegado". En otras ocasiones llegan a la violencia física. Quieren que tengamos miedo, porque si nos acobardamos, los que nos odian aumentan su fuerza y entonces somos más fáciles de controlar.
El diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica "Para entendernos" de Alberto Mira define la HOMOFOBIA como "miedo a la homosexualidad que se manifiesta violentamente". Varias teorías indican las causas de este miedo irracional, desde el deseo homosexual reprimido que siente el individuo homofóbico hasta la necesidad de afirmarse frente al mundo mediante el rechazo al contrario, pasando por la defensa del territorio, la tradición, la demostración de quién tiene el poder.
Para terminar me gustaría recordar que, por increíble que parezca, en España se siguen cometiendo crímenes como manifestación de odio homosexual. Esta parece la delirante razón de la tortura, muerte y desmembramiento del cadáver de un hombre desaparecido en mayo en Gandía. Os dejo el enlace con la noticia.
¿Motivos para el orgullo? Sí, muchos motivos para el orgullo, pero sobre todo, para seguir luchando por nuestra dignidad y el cumplimiento de los derechos humanos para las personas LGTB en cualquier parte del mundo.